Había una mujer
solícita, educada, bella por fuera y por dentro, con un gran carisma. Esta
distinguida señora llenaba de contento a todo el mundo. Al poseer una casa
rural, que heredó de un tío carnal, decide tramitarla, pues tiene un excelente
ojo para los negocios. Colma de atenciones a los huéspedes, les proporciona
buena comida, buen vino y económicos precios. Los excursionistas quedan
prendados de su sabiduría, bondad, amabilidad y exquisitos modales.
Hasta que, un
inesperado día, la visita un misterioso caballero. Tras entablar conversación con ella, descubre
ser un inspector de Hacienda camuflado. Le exige ver los libros contables,
percibiendo después de examinarlos, varias anomalías. A continuación, recorre
la casa, hallando en el granero a varias mujeres que resultan ser inmigrantes ilegales que explotaba
trabajando sin sueldo y con pocos alimentos.
Los clientes, al enterarse,
quedan horrorizados; no comprenden que esta gran dama sea tan malvada y
perversa. Ahora se encuentra en una prisión, cumpliendo condena por fraude y
extorsión.
¡Ah!, por si interesa a alguien, la casa rural será
subastada.
¡Qué bien disimulaba su maldad esta protagonista!. Ante una historia como esta, el guiño de la frase final quita hierro al asunto y le aporta ese toque de risas y aplausos finales; justo como ocurrió en el taller cuando lo leíste.
ResponderEliminarEstoy muy contenta de esta narración, al final puse un toque simpático.
ResponderEliminarDolores.