Se conocieron en un
baile. Él acababa de llegar de Venezuela, con el propósito de buscar esposa. Tenía
muy buena referencia de las mujeres tinerfeñas y había decidido enamorarse y
casarse con una de ellas, para luego, llevarla a su país y allí formar un
hogar. Era un muchacho de unos treinta años, de estatura media, moreno, grandes
ojos negros, sociable y con mucha labia.
Ella, una joven de
unos dieciocho años, de tez blanca, pelo y ojos marrones y una cara bellísima;
apacible, cariñosa y simpática. Bailaron toda la noche y, desde entonces, se
hicieron inseparables.
El venezolano resultó
ser un chaval estupendo, bueno, amable, culto y con el porvenir asegurado. Era
hijo único y sus padres, unos acaudalados propietarios, con extensas
plantaciones de café, amén de otros importantes negocios. Muy conocidos en
Caracas y otros estados.
El amor surgió entre
ellos; parecían estar hechos el uno para
el otro.
Como el joven tenía
prisa por contraer nupcias, enseguida comenzaron los preparativos para la boda.
Él dejó la pensión donde estaba hospedado y se instaló en la casa de la abuela
de su novia, por invitación de ésta.
Faltaba poco para la
celebración de los esponsales cuando el joven, muy afligido, comunicó a la
familia de su futura esposa, que debía partir de inmediato a su tierra, pues le
habían telefoneado comentándole que su padre había sufrido un grave accidente.
Como no tenía tiempo de recibir el dinero necesario para el viaje, pidió un préstamo
de doscientas mil pesetas a los padres de su prometida, que devolvería por giro
telegráfico, con prontitud.
Del indiano nunca más
se supo. Para colmo de males, cuando la abuela de la enamorada recibió la
factura del teléfono, ésta ascendía a más de veinticinco mil pesetas –por las
llamadas realizadas por el bueno y amable novio de su nieta–.
Vivir para ver y… para
no fiarse a la ligera de cualquier desconocido.
Tanta perfección resultaba sospechosa. Definitivamente, ¿los príncipes azules no han existido nunca?. Bromas aparte, me gusta como lo cuentas. El título muy acorde; engañoso tal como se pedía.
ResponderEliminarEs fácil,dejarse engañar,cuando uno está ilusionado, Lo has narrado también, que hemos sentido el engaño en nuestra propia piel.FELICIDADES MARY.
ResponderEliminarEn esa época, todas las chicas casaderas teníamos envidia de la afortunada muchacha que había conquistado el corazón del "millonario"
ResponderEliminarNo se puede fiar del que te pide dinero y se marcha lejos. Dolores.
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