Soy una alcantarilla
dulce y muy muy olorosa a quien le
gustan las ciudades, cuanto más grandes
mejor. Disfruto pasear en las profundidades donde no me vea nadie, para dar rienda suelta a mis
más inconfesables vicios.
Allí veo películas,
donde sus protagonistas tienen grandes melenas, otros son calvos por el paso de
los años. No necesitan maquillaje escénico,
ellos mismos ya lo traen incorporado de nacimiento, otros son alargados
con muchos pies que hacen de trenes en las escenas de trenecitos. El catering
nunca les falta, entre un rodaje y otro, cada día el menú es diferente, depende
de lo que se sirva fuera, y a la hora de
la siesta, entre sueños, procrean sin ningún reparo, ambientados por la música
y los grandes perfumes de esos jardines maravillosos con olor a magnolias y romero,
salpicados con chispas de Chanel Nº 5; ¡qué belleza!. Se me expande el corazón
de tan bello sueño; qué pena que no lo podamos traer a la superficie y
disfrutar del paisaje a la hora de comer. ¿Se imaginan una comida familiar con
tan lindo vergel?, de sólo pensarlo mi estómago empieza a clamar la hora de
comer, y mis ojos se abren desmesuradamente sólo de imaginar los ricos pasteles de postre, ¡hummmm! ¡qué feliz me siento!, y eso que
todavía no disfruto del momento, pero ya lo siento cerca, y se me está haciendo
la boca agua, sólo de pensar en ello. ¡Buen provecho, queridos comensales y
buena digestión!.
Sí que es dulce esta alcantarilla, claro, no podía ser de otra forma; con tanto almíbar se le sube la glucosa, incluso a las cloacas. Muy gracioso.
ResponderEliminarSimpático relato con una alcantarilla dulce de protagonista. Los postres lo mejor.
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