Me compré un
sarcófago, fue en mi viaje a Egipto. Nada más verlo en el escaparate del
comercio, con mis ojos desorbitados, quedé prendada, resultaba tan bonito, tan
bien construido, representado por una esfinge, correspondiente a la dinastía de
los Ramsés. No pudiendo resistir la tentación, gasté todos mis ahorros en esa
joya. Estimo que es una buena inversión. Llegó ayer vía marítima, hasta
encontrar el lugar apropiado en la casa, me lo colocaron en el garaje. Además,
mi marido no soporta verlo, le entra el telele. Dice que me he vuelto loca, se
atreve a criticar mi buen gusto. Siempre lo mismo, que si patatín, que si
patatán, me tiene aburridita. No hago más que repetirle que no es para él.
¡Pobrecillo! Es tan aprensivo, que se teme lo peor.
Tengo ganas de enseñárselo
a mi amiga Piluca, pues la envidia la corroe. Todas mis cosas las copia, seguro
que se le antoja comprar este impresionante sarcófago, mas este tesoro es mío y
solamente mío. Lo disfrutaré con todas mis fuerzas.
Por cierto, le tengo
que limpiar el polvo, así como contratar un seguro contra robo.
¡Qué ilusionada me
siento!. Creo que con mi fastuosa compra, voy a dar la nota.
¡Viva el absurdo en la narrativa! Con él se construyen universos distintos, donde todo es posible para el divertimento de quien lo lea después, con los pies sobre la realidad que nos toca. Muy bueno, Dolores.
ResponderEliminarUna compra estupenda y sobre todo práctica. Te sobra imaginación y sentido del humor también. ¡Bravo Dolores!
ResponderEliminarMe encanta tu compra. La narrativa mejor que mejor
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