Entré en una agencia
de viajes y sin pensármelo dos veces, pedí un billete al lugar más lejano que
tuvieran. La joven que me atendió, me ofreció un pasaje para visitar la Luna.
Me pareció una opción insólita y lo adquirí de inmediato. ¡Menudo chollo!,
conocer nada menos que la Luna. Tenía que aprovechar esa circunstancia, ¡con
suerte!, se realiza una vez en la vida.
Al siguiente día,
temprano, embarqué en un cohete que yo misma debía conducir. Me bastaron unas
pocas explicaciones para aprender a manejarlo, me resultó muy fácil, ¡tengo una
mente privilegiada!, fue lo primero que me vino al pensamiento.
El alunizaje resultó
un éxito. Los selenitas me estaban esperando; todos vestidos con largas túnicas
de raso azul; eran albinos, ojos glaucos y piel transparente. Nada más bajar de
la cápsula, alguno de ellos –los más altos y guapos- me hicieron la ola y, acto
seguido, me ofrecieron una bandeja llena de comprimidos de todos colores. Son
los alimentos que se utilizan en el satélite. ¡Nutren y alimentan que da
gusto!; allí nadie tiene problemas de obesidad.
La presidenta de la
Luna me recibió en su palacete, donde dialogamos largo y tendido. Después, me
acompañó hasta un moderno y coqueto apartamento, equipado con la tecnología más
vanguardista; puso a mi disposición dos androides; fueron ellos, los que me
pasearon por todo el territorio. Quedé impresionada por la hermosura de los paisajes
y la diversidad de los colores de los mismos, predominando siempre el azul. Al no
haber gravedad, me descubrí…, ¡ligera como una pluma!
Antes de regresar a mi
hábitat, me invitaron a conocer otros planeta limítrofes; me transportaron en
un platillo volante espectacular y súper cómodo. Conocí culturas muy diferentes a la mía, enseguida me adapté
a ellas, es que...¡soy tan versátil!.
Los selenitas me
prometieron que, antes de que termine este año, vendrán a visitarnos, están muy
interesados en conocer nuestro planeta.
Allí el tiempo da para
mucho. Todo lo expuesto lo realicé en un solo día y aún me quedaron horas
suficientes para, ya en la Tierra, dar una extensa caminata e ir al cine a ver
las películas “Lo que el viento se llevó” y “Los diez mandamientos”.
Muy bien trabajado el absurdo de principio a fin. Te instalaste en él y nos lo relataste como si eso de viajar a la luna fuera cosa de todos los días y estuviera al alcance de cualquiera. El broche final me pareció genial: ¡qué más absurdo que irse a ver Lo que el viento se llevó y Los Diez Mandamientos, nada más regresar de la luna! Muy bien
ResponderEliminarLa imaginación puede con todo y... , el papel, aguanta todo lo que le escriben
ResponderEliminarEres grande por alunizar en La Luna. Cuando te visiten los selenitas, me los tienes que presentar. No te olvides.
ResponderEliminarMª Dolores.