Aunque siga visitando toda la vida a La Laguna,
siento la sensación de entrar y descubrir esta ciudad por primera vez. La
Laguna, para los que no la conocen es una ciudad a diez kilómetros de Santa
Cruz de Tenerife donde está la sede de la Universidad de La Laguna.
Vista por una niña de ocho años, cuando entraba en
ella, lo primero que percibía eran sus olores.
Yo salía a pasear por la calle de La Carrera y recuerdo cómo me gustaba
sentir el frío en la cara; me daba sensación de libertad. El paseo se alargaba por el antiguo mercado y
estando allí se despertaban todos mis sentidos.
Los olores a las frutas y hierbas se mezclaban con el de las flores y a
éstos se unía la visión de los pájaros de distintos colores o al señor que
afilaba los cuchillos o al que despachaba el chocolate con churros en el
bar. Después, íbamos a comprar un Para
Hoy, o sea, un número de ciegos, actualmente sorteo de la Once. Esta mezcla de sensaciones culminaba cuando,
pasando por la catedral y la plaza de los patos, nos dirigíamos a la panadería que
estaba cerca de la Iglesia de La Concepción.
Ya subiendo la calle, llegaba el aroma a pan de leña. Ese olor lo conservo aún; cuando nombro a La
Laguna, huele a pan de leña, a fruta y a flores, a tierra húmeda, a gente mayor
caminando con el pasito apretado por el frío.
En definitiva, huele a hogar.
Al leerte, me recordé a mi misma paseando por las mismas calles y percibiendo los mismos aromas. Tu escrito me trasladó a mi temprana infancia; eso es lo que tienen los olores, ya lo decía Proust.
ResponderEliminarSigo todos tus escritos y tengo que decirte que me gusta mucho como expresas esas vivencias tuyas , pues me asen sentir bien y en los tiempos que corren eso es de gran ayuda.
ResponderEliminartodo muy bonito
ResponderEliminartodo muy bonito
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