Recordada Caperucita:
Me atrevo a escribirte
a pesar de que tú no sepas quién soy. Quiero que estés al corriente de que fui
una asidua oyente de tu historia, la que me conmovía y producía algo de
turbación –por lo del lobo– hasta que, siendo adulta, me enteré como ocurrieron realmente los hechos. Me los
describió una persona digna de toda confianza, la que después de haberlo
estudiado y debatido largamente, llegó a la siguiente conclusión:
No fue tu culpa la forma en que se falsearon los
acontecimientos. Se supo que tu biografía fue publicada sin tu consentimiento.
Además, hay constancia de que en aquellos tiempos no se ponían al descubierto
ciertas cosas. Ese fue el motivo por el que se disfrazaron los hechos de la
forma en que son conocidos. Los adultos –entre líneas– podían advertir que se
escondía una realidad muy diferente.
Al parecer, no fuiste
la joven responsable y candorosa que se describe en el cuento; todo lo contrario, fuiste una chica un
tanto casquivana y coqueta –comprensible debido a tu juventud –.
Ciertamente la abuela vivía en el bosque; con frecuencia la visitabas y ella,
en agradecimiento, te daba unas pesetillas para tus caprichitos. Por el camino
te cruzabas con el joven lobo, noble y educado, que apenas se fijaba en ti. Eso
te fastidiaba mucho; acostumbrada a no pasar desapercibida, no sabías qué hacer
para que él se interesara por tu persona.
Contaron que, al pasar
a su lado, le provocabas, contoneando tu cuerpo y moviendo las caderas de forma
acompasada, luciendo tus esbeltas piernas surgidas de debajo de la escasa
minifalda, al mismo tiempo, de modo insinuante, marcabas el amplio escote y,
tras tus modernas gafas de sol, lo mirabas observando su reacción. Así una y
otra vez, hasta que él, sintiéndose acosado, un día te dijo de mala manera,
para que lo dejaras en paz:
-¡Caperucita, te voy a comer vivita…!
Tú, divertida y
pizpireta le contestaste:
-¡Cómeme lobo! De
arriba abajo, sin dejar ni un cachito.
No te comió pero…, la
leyenda se tergiversó y a Lobo le colgaron el San Benito del malo del cuento.
Si estoy equivocada,
contéstame dándome tu versión de los hechos.
Hasta que quieras.
Tu admiradora.
Esta carta a Caperucita tiene mucha enjundia, Mary. Esa voz narrativa cuestionadora le otorga a la misiva un punto de mordacidad muy interesante
ResponderEliminarHoy en día, los cuentos son de otra forma, no resuman ingenuidad como aquellos que nos contaban nuestros padres y que creíamos a pies juntillas. Mi nieto, me cuenta algunos que no entinando, Será porque no estoy en la onda.
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