En aquella casa blanca
y llena de luz viví y crecí junto a mis padres. De enero a finales de agosto,
teníamos leche fresca en nuestro hogar, pues mis padres cuidaban una cabrita;
pero de septiembre a enero, mi madre compraba la leche de vaca en casa de unos
vecinos que vivían a unos quinientos metros de la nuestra. Yo ya tenía unos
nueve años cuando empecé a ir a buscar sola la leche a las siete de la mañana
para desayunar con ella. Siempre hacía
el mismo recorrido, pasaba por una serventía donde no había nada, y como a la
mitad del trayecto, una casa derruida
por el tiempo; no quedaba de ella más que unas paredes de piedra que hacían
esquina y que impedían la visibilidad para el resto del camino. Un día, empecé
a sentir un miedo atroz al acercarme a
esas paredes, un miedo que no era normal. Y a partir de entonces, así un día
tras otro, pues hasta que no crecían los días, a la hora que yo pasaba por allí
era casi de noche. Nunca conté nada a nadie, ni siquiera a mi madre, pero lo
pasaba fatal. En una ocasión, después de mucho tiempo, yo igualmente temblando
de miedo al mirar aquellos muros, vi entrelazado en una de las paredes, un
maravilloso rosario color malva y con unas cuentas enormes. Nunca lo olvidaré.
Era lo más bonito que en mi corta vida había visto. Seguí caminando y pensando
cómo habría llegado hasta allí aquel rosario, mientras decía para mí, “Cuando esté
de regreso lo cojo y me lo llevo”, pues la verdad era maravilloso y allí donde
estaba no hacía nada.
Recogí la leche y, al
volver de regreso, recibí la desagradable sorpresa: el rosario ya no estaba. Me
paré cavilando cómo era posible, pero de pronto me sentí tranquila, ya no tenía
miedo y a partir de entonces, todos los días seguía pasando por allí con toda
normalidad. Nunca he entendido qué pasó. Para mí fue un hecho sobrenatural pero,
en aquel momento y con mis pocos años,
pensé: ¡tengo que rezar más el Santo
Rosario!.
La verdad es que este
hecho me dejó marcada creo que para toda mi vida porque nunca he dejado de
pensar en ello.
No me extraña. Hechos tan singulares como este, vividos en medio del paisaje de la infancia, quedan adheridos a la memoria para siempre.
ResponderEliminarBonitos y entrañables recuerdos que permanecerán en la memoria de quien los haya vivido.. Me ha gustado mucho la narración.
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ResponderEliminarUna bonita visión. De verdad , ¿rezas el rosario?. MªDolores.