Queriendo hacer un
escrito sobre una casa, pienso que hablaré de la mía. Yo viví muchos años en la
Palma (mi tierra). Viví en Santa Cruz de la Palma 37 años, pero antes lo hice en
Puntallana, en una casa que tenemos allí, donde pasábamos los veranos y también
casi todos los domingos. Recuerdo algunas anécdotas, en cambio he olvidado
hechos más valiosos, sólo que nos reuníamos hasta veinte personas.
Casi siempre, la casa
se convertía en un refugio cariñoso, pues varios matrimonios y amistades nos
acompañaban; es la manera de entregarse a las ilusiones. Se preparaban caldos,
cocidos que, con su acopio de verduras y legumbres y carnes, sabían muy bien. No
faltaban tampoco, aquellos platos de carne, pescado, papas arrugadas y el buen
mojo palmero, por los que se mostró siempre predilección y con los que se
respetaban las viejas costumbres. Así todos parecían satisfacer sus deseos.
Hubo unos años en los que,
en el jardín, había rosales de todos colores y muchas flores; esto era obra de
mi marido, pero como dice un cantar “aquellos tiempos de ayer ya se acabaron”.
Hoy esto lo disfruta un señor alemán. Parece que le gusta el campo, tiene toda
la finca y en ella dos “ponis”; unos caballitos muy bonitos. También cultiva
verduras, papas y de todo. Nosotros vamos allí sólo de visita. Es muy puntual,
siempre me paga, espero que la tortilla no de la vuelta y siga así.
De todo esto solo
tengo el recuerdo del pasado, pero…el mundo lo manda así, y yo nunca lo
olvidaré.
La casa, tu casa y ahora nuestra casa, a la que, leyéndote, visitaremos para sentirnos a gusto entre tus palabras y tus recuerdos de un ayer feliz.
ResponderEliminarBonitos recuerdos de una casa entrañable y acogedora. Respecto de las comidas ¿que puedo decirte?, se me abrió el apetito, eso en muy buena señal.
ResponderEliminarLas casas familiares son entrañables. Que de animalitos tenias. Yo me subí a un poni, en Madrid, en la casa de
ResponderEliminarCampo. Mª Dolores.