Queridos niños voy a
contarles la historia de cuando yo vivía con mis padres, antes de casarme con vuestro abuelo. Vivíamos
en una casa grande; como en esos años eran casi todas las del pueblo, tenía un
zaguán en la entrada y a los lados una sala y dos dormitorios, respectivamente.
Donde se salía hacia el patio, estaban la cocina y el baño y al fondo, una sala
grande. En la parte alta estaba el granero, donde los abuelos guardaban todos
los frutos de las cosechas: trigo, cebada, quesos, higos pasados, almendras y
más cosas que ahora no recuerdo.
En otra casa que
teníamos en frente, mi padre tenía la bodega y la carne de los cerdos, que se
salaba en cajas de madera para comer en invierno.
También recuerdo a un
señor que, en el tiempo de las fiestas, paseaba una vaca por todo el pueblo y
tocaba en las puertas para que las señoras eligieran la carne de la vaca y de
qué parte la querían. Luego, las vísperas, su esposa con una cesta en la cabeza
repartía a cada una la parte que le habían pedido. Con esa carne y toda clase
de verduras mi madre hacía unos pucheros exquisitos.
Esa misma receta es la
que hago yo ahora. Espero que ustedes, queridos Diego y Paola, cojan el ejemplo
de yeya y la bisabuela y sigan haciendo el puchero de toda la vida.
Tengo muchas más historias
de estas que contarles y lo seguiré haciendo para ustedes y para todo aquel que
quiera leerlas.
Me ha encantado esta casa del ayer, llena de anécdotas tan auténticas como entrañables, tan evocadoras como dulces. Sigue contándonos estas historias de ayer; a tus nietos y a todos los que te leemos.
ResponderEliminarLas cosas de antaño,¡que dulces parecen ahora! También yo evoco momentos como los que tu nos cuentas y siento emoción y nostalgia.
ResponderEliminar!Qué bonita historia!. Me gusta mucho esto que has escrito para tus nietos. Eres una abuela fantástica.
ResponderEliminarAplausos. Mª Dolores.