Aún la recuerdo.
Estuvo allí desde aquel día en que mi memoria puede recordar. En aquella
habitación, la última de la vieja casa, con sus blancas paredes y altos techos,
en donde la tenue luz entraba por aquel pequeño tragaluz color verde, con su
puerta siempre calzada, para que entrase el aire fresco. Allí siempre estaba
ella, esperándome, tanto o más que yo, que pasaba la semana anhelándola y
recordando los gratos momentos que con ella pasaba.
Los mejores sueños los
viví a su lado, acurrucada en su mullido regazo, en donde despertaba con la
agradable sensación que solo puede dar un reparador descanso. Pero cada
domingo, la abandonaba y cuando cerraba la puerta de mi habitación, me volvía
para mirar de nuevo a mi amada y querida cama, esa que hoy todavía me es grato
recordar.
Nos has engañado con habilidad y nada es más placentero para el lector de microrrelatos. No sospechábamos que esa… iba a ser quien era.
ResponderEliminarAl principio de la lectura pensé que sería de una madre de quien hablabas pero, luego llegó la sorpresa que me ha encantado,lo mismo que el lenguaje empleado.
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