Voy a contar una anécdota
que viví hace ya bastantes años. Mi esposo y yo íbamos al baile de casados que
todavía hacen en Arafo y lo pasábamos muy bien; había cena y luego baile. Ahí
es cuando viene el quid de la cuestión.
A mí me gustaba bailar pegados y a él bailar suelto.
Bailábamos juntos pero, cuando me daba cuenta me dejaba y empezaba a
bailar solo. Entonces, yo no sabía dónde poner las manos y, sintiéndome perdida
iba a sentarme en la mesa. Él se tomaba unos whiskies y terminaba bailando con la columna. Estas son
cosas de ayer pero que se recuerdan con cariño.
Así es. El tiempo dulcifica las cosas y al verlas en perspectiva adquieren una dimensión distinta; a veces, como ésta, entrañable.
ResponderEliminarTu, comprensiva y cariñosa todo lo ves de color de rosa. Eso es muiy bueno.
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