El día en que descubrí aquel objeto, fue el más triste y la
vez sugerente que he vivido. Todo empezó
cuando, una tarde, estando en medio del desván de la casa familiar, me
impresionó la visión de un castillo al fondo de un paisaje, rodeado de un lago,
que un bello jardín realzaba con frondosa vegetación. Para acceder al castillo, había un puente de
madera por el que paseaba una pareja vestida con ropa de la época. Al mirarlo, parecía ser yo parte del paisaje que, rodeado de
montañas y con el cielo cubierto de nubes, me hacía un guiño. Aquellas imágenes estaban pintadas sobre una
bandeja de porcelana que hoy tienen más de un siglo de vida y que un día
perteneció a mi abuela.
Idílico paisaje efectivamente, dentro del marco evocador de un objeto del ayer atado a recuerdos, a emociones y al cariño.
ResponderEliminarSe lo que aprecias esa bandeja, por eso el relato me ha parecido precioso y evocador. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarParece mentira que una bandeja inspire tanto. Bonita narración.
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