El día en que por primera vez vestí el traje de luces fue el
más feliz que he vivido. Todo empezó
cuando mi tío me llevó a una capea. Sólo
contaba diez añitos. Disfruté tanto que
tomé la decisión de ir a la escuela taurina al cumplir la mayoría de edad. Cuando se tiene un sueño, hay que luchar por
él pues, al final, obtienes los frutos.
Por eso los toros son todo para mí, a pesar de haber sufrido varias
cornadas. Han transcurrido los años,
ahora poseo mi propia ganadería. Me he
caso y tengo tres hijos. Por cierto, mi
nombre es Raimundo, pero en el mundillo taurino me llaman “el osado”.
Suelo alentar a los soñadores, pero he de confesar –ya que va de confesiones – que me gusta cómo has dibujado a tu personaje, sin embargo, no puedo ser partícipe de su sueño: temo por la vida de los pobres toros que le pongan por delante. Un abrazo, Dolores.
ResponderEliminarEres una maraavillosa ganadera. Suerte a la hora de lidiar los toros.
ResponderEliminarA mi no me gustán los toros, pues creo que martirizan al animal, pero está narración me ha quedado fabulosa, ja, ja, ja
ResponderEliminarMª Dolores.