Un día cualquiera, de un mes cualquiera, a una hora
imprecisa, allí estaba yo, sentada en la arena, viendo como la vida pasaba,
embriagada de mar.
Cuando volví de mi abstracción, la vi pasar. Parecía triste, pero tenía el paso firme y
seguro; tendría como unos treinta y pocos, aunque su cuerpo aparentaba más;
como si tuviese que aguantar una dura carga: seguramente esos gemelos
hiperactivos y el estrés del trabajo eran la causa.
Tenía prisa, probablemente tendría que entrar a trabajar en
breve y aquel era el único ratito que tenía para poder dedicarse.
Me gustó mucho su pelo rizado de color negro, que brillaba
muchísimo con los rayos del sol. Era delgada,
aunque un poco cargada de espaldas. Se
ve que en su trabajo, seguramente de oficina, pasa muchas horas sentada.
La seguí con la mirada hasta que su silueta se fue haciendo
cada vez más enana, como si se diluyese en la nada. Y allí continúe yo sentada, viendo como la
vida pasaba.
Me gusta la estructura de este relato. Circular, termina donde empieza. Buenas descripciones, ritmo acompasado. Buen trabajo!
ResponderEliminarEres grande compañera y vas creciendo cada día; cada vez que leo algo nuevo tuyo me gusta más y más.
ResponderEliminarA lo mejor la dama de tu narración, es una sirena. Bravo Mima. Si quieres puedes. Mª Dolores.
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