Como cada
día, Carmen acudió al trabajo en tren aunque esta vez salió algo más tarde, por
lo que estaba contrariada. Ensimismada
en sus pensamientos, no se dio cuenta de que el tren ya había pasado por su
parada habitual y, cuando salió de su ensoñación, vio lo lejos que estaba de su
trabajo. Miró el reloj y era demasiado
tarde. Empezó a ponerse nerviosa. Esa
mañana no era igual que las demás y es que había tenido una conversación con su
hija en la que le comunicó su decisión de irse a vivir a otro lugar, fuera de
casa. En cuestión de segundos, por la
mente de Carmen había pasado toda la vida de esa niña, después adolescente y
ahora una mujer que tomaba decisiones propias.
Aunque entendía y respetaba sus elecciones de vida, eso no evitaba que
sintiera su ausencia, pese a lo cual, no dijo nada; sólo había esbozado una
sonrisa de confianza que tranquilizó a la joven.
Ahora, Carmen
sólo tenía que recomponerse, hacerse a la idea de la futura ausencia de su hija
y seguir su propio tren…
Relato sobre el vacío que dejan las ausencias, nuestra resistencia a los cambios, lo doloroso que a veces resultan: cambios, vacíos y ausencias. Muy bien.
ResponderEliminarTenemos que ponernos las pilas y aceptar lo que nos llega de buen grado. Luego estaremos agradecidos a nuestros hijos por sus logros.
ResponderEliminar