martes, 25 de febrero de 2014

EL TESTIGO De Elvira Martín Reyes





Mirna entró en aquella habitación vacía y un extraño escalofrío recorrió su delgado pero esbelto cuerpo;  todos sus recuerdos se  agolparon a la vez.  Sobre todo, el intenso amor que había vivido entre aquellas paredes, hoy desnudas y estropeadas por el paso del tiempo.
El de ella fue un gran amor. Con dieciocho años, conoció a Alberto. Él, mayor y más experimentado que ella, la supo llevar a su terreno con zalamerías y engaños, ganando su  corazón y, poco a poco, la fue envolviendo en un mundo de fantasías y mentiras, donde ella se sentía la protagonista y él su maravilloso galán. Todavía recuerda lo deprisa que cruzaban el viejo puente para ver sus imágenes reflejadas en el pequeño lago y, a continuación, entregarse a vivir su primer amor.
Así fue, hasta que un día, tocaron en la puerta y aparecieron tres niños preguntando por su padre junto a una desaliñada mujer que la contemplaba; Mirna ¡no daba crédito a lo que veía!.  Así terminó su encantamiento.

Mirna salió de la vieja casa echando un vistazo al mugriento bodegón que pendía de la pared, único testigo de su gran historia de amor y, cerrando la puerta, desapareció bajo la espesa niebla.



2 comentarios:

  1. A partir de la imagen de un bodegón, has sabido construir un relato, otorgándole al cuadro una posición en la historia; la de testigo mudo de los hechos frente a él desarrollados. Buen trabajo, Elvira

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  2. Siempre hay un testigo en cada historia. Este como es mudo, no puede contar lo presenciado. Bonito relato.

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