Por fin
llegaba el tiempo de la vendimia; el trabajo era duro, pero al menos ganaríamos
algo.
Era de
amanecida y, en los altos de la isla, el frío cortaba. Madre nos calentaba vino y luego la escudilla de leche de cabra y
gofio, con un poco de queso, y listo, a
empezar la faena. Éramos jóvenes y
cuando el sol calentaba, nos daba por cantar:
¡Ay que trabajo nos manda el Señor!
Levantarse y volverse a agachar
todo el día a los campos y al Sol
Escena del ayer, cuando se trabajaba el campo con sacrificios, pero sin embargo, con alegría e ilusión, al lado de los que luchaban por la vida, codo a codo. Me he transportado por un momento a esa recolección y me ha gustado estar allí, oyendo la canción.
ResponderEliminarAl leer tu relato me parece estar viviendo lo contado en él. ¡Fantástico compañera!
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