Antes del
amanecer del día, ya estaba todo preparado. Las bestias cargadas, los aperos de
labranza y la comida para un día de trabajo.
Ya en la
huerta, los familiares y amigos iban llegando sin demora. Empezaba la faena y,
casi sin darme cuenta, estaba con mi cestito preparada para coger papas.
No me gustaba
nada ir, mi abuela mientras me ayudaba a vestir, me daba ánimos y quitaba
hierro al asunto, pero seguía sin convencerme.
Las mujeres se
afanaban en dar buena cuenta de que no quedase ni una sola papa en la huerta,
mientras los hombres llenaban los sacos y cavaban todas las zonas donde el
arado no llegaba.
El día se
hacía largo y penoso, más aún cuando el sol alcanzaba todo su esplendor, y yo
me escapaba cada vez que podía a beber agua fresca del porrón. Ya estábamos
prácticamente acabando; las mujeres seguían a mi madre para preparar la comida.
Había llegado
el momento que tanto anhelaba. Tendíamos
el mantel encima del jable, e íbamos dejando sobre él toda clase de alimentos,
el pan, queso, los higos, las almendras…era todo un festín.
Con todo
preparado, nos sentábamos cada uno donde podía, en el suelo, sobre sacos, pero mi
padre y yo, siempre buscábamos una piedrita, era como mi trono.
Allí, todos
comíamos en armonía, riendo y hablando de los avatares del día, era mi pequeña
fiesta particular. Ahora cuando recuerdo esos días de recolección, añoro con
nostalgia esos momentos tan entrañables.
Tal como lo has contado, me he visto trasladada a alguna escena de mi niñez, y he disfrutado de esa maravillosa sensación que deja el trabajo compartido, en contacto directo con la naturaleza, bajo el calor de los seres amados y también, como tú, he sentido añoranza. Esto quiere decir que has sabido transmitir sensaciones. Excelente.
ResponderEliminarEs una narración llena de amor, nostalgia y veneración a esa tierra que da frutos y, también a las tradiciones que, por desgracia se van perdiendo..
ResponderEliminar!Qué narración tan entrañable!. Digna de ser plasmada en un libro. Mª Dolores.
ResponderEliminarMe gusto cuando te la oí leer en el taller y ahora al leerla me parece que estoy cómo tantas otras veces, compartiendo el mantel contigo, es tan real que me transporta a ese sitio tan lleno de paz y que tú tanto quieres, un abrazo.
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