Marina terminó
de comer y apresuró a vestirse. La
mañana la había dedicado a su persona: había ido a la peluquería y a un Centro
Comercial que estaba muy de moda, para comprarse un elegante y moderno vestido.
La habían convocado esa tarde para ensayar una nueva obra, por lo que estaba
muy nerviosa; no sabía aún que personaje le correspondería hacer y, aunque a
ella lo más que le importaba era actuar, había dos o tres posibilidades que le
horrorizaban.
Como era
habitual, el director repartió los papeles sin mediar palabra alguna. Cuando Marina
vio cuál era el suyo, estremeció. Le había tocado el más temido, ¡el que le
correspondía a su edad! … y del que ya no podría librarse nunca. O lo asumía, o
renunciaba a lo más que le gustaba hacer en este mundo.
Muy bien llevado, el relato nos lleva lentamente hacia el final, que no es otro que un clásico en la literatura y en la vida, que nunca pasará de moda, ni dejará de tener interés para nadie: el paso del tiempo y sus consecuencias; para algunas personas fácilmente asumibles y para otras, motivo de conflicto interior. Al dejar abierta la elección de Marina, es como si plantearas el dilema al lector, lo cual es un acierto. Buen trabajo.
ResponderEliminarMarina asumirá su edad y hará muy bien su papel.
ResponderEliminarEs mejor el papel correspondiente a su edad, pues le será más fácil interpretarlo. Mª Dolores.
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