Repasando los escritos
de cuando empezamos las clases, me encontré uno de los relatos que, en esa
época, casi nunca entregaba a la profe, porque tenía pudor de leer lo que
escribía.
Pero, hoy le voy a
hacer un homenaje a mi hermano, porque está dedicado a él, y lo compartiré con
todos ustedes.
Allá por los años 50,
por el tiempo en que los higos picos estaban maduros, se usaba en los pueblos
del sur, ir a las fincas donde se hacía
la recolección, para ponerlos a pasar.
Yo recuerdo que toda la familia iba a la zafra, y recogíamos
los higos picos entre todos, y a medida que lo hacíamos, formábamos unos
grandes montones debajo de la higuera. Luego, nos sentábamos todos alrededor
para empezar a pelarlos, para después ponerlos al sol (esto después de pasados
son los llamados higos porretas).
Cuando empezó a
pelarlos, mi hermano le preguntó a mi padre cuántos se necesitaban para después
de pasados reunir veinte quilos. Él le
contestó que cinco cestas de veinte quilos
cada una. Al escuchar la
respuesta, mi hermano se levantó, exclamando que por esa cantidad no pelaba más
higos, tiró el cuchillo y desapareció.
Cuando todos
regresamos a casa, él estaba acostado en su cama mirando el techo. Mi padre le
recriminó su actitud.
-Te llamé un montón de
veces y no me contestaste –le dijo.
-Padre, para pelar
higos yo estoy sordo total –fue su respuesta.
Hace unos días, me
llamó mi hermano de Venezuela para decirme que había leído mi narración de la
boda y que le había gustado mucho. Entonces, le comenté que tenía una tarea para
escribir sobre un sordo, él enseguida me dijo:
-¿No te acuerdas cuando
salí corriendo de la Capellanía para no pelar más higos y le dije a padre,
cuando me llamó, que estaba sordo total? Pues, haz un comentario sobre eso y
recuerda toda la historia.
Ésta es una de las
anécdotas divertidas que me hizo recordar mi hermano. Es tal y como lo cuento.
Me encantan estas historias, Luisa, tan mágicas como llenas de autenticidad, ingenio y ternura. Gracias por haberla compartido con nosotras. He disfrutado mucho su lectura.
ResponderEliminarLos higos porretas ya no se ven, yo recuerdo haberlos comido de pequeña, estaban muy ricos. Tu escrito me ha encantado; son vivencias de otros tiempos que no volverán.
ResponderEliminarMe gusta la narración, pero no los higos porretas. Me gustan mucho tus vivencias. Gracias. Mª Dolores.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
ResponderEliminarAbuelo, sordo total!!
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Si yo le hubiese hecho eso a abuelo, de decirle que estoy sorda total para no hacer algo, me mata!!
JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA