Mañana mismo vas y te
matriculas en la autoescuela. Quiero que vayas a clase, mínimo, cuatro días a
la semana. Y el resto, haces los test en casa.
Eso sí, debes prestar
mucha atención al profesor y sus explicaciones, para que no se dé cuenta de lo
torpe que eres. Nunca mastiques chicle en clase, que no se te olvide nunca el
bolígrafo y la carpeta, vete con ropa cómoda para que estés a gusto y no te
olvides de traer la tarea para repasarla.
Tú, asiente a todo y
pregunta sólo cuando realmente no hayas
entendido nada, más que nada para que no se den cuenta de tu gran torpeza.
Con suerte, en dos o
tres meses aprobarás la teórica y podrás empezar a hacer las prácticas. Lo malo
es que ahí será cuando empiecen los problemas, porque con lo torpe que eres, no
sé cómo harás para aprender.
Me imagino que entre
el profesor y yo te daremos clases prácticas; rezaré para que lo consigas.
Pero una cosa te digo,
no te desanimes y si no lo puedes a la primera, vuelve a intentarlo hasta
lograrlo, todo es cuestión de tesón, y cuando se es como tú, tienes que echarle
mucho.
-“¿A qué autoescuela
iré?”
No me digas que,
después de todo lo que te he dicho y lo mucho que me sacrifico por ti, al final…
¿eres torpe hasta para tomar
decisiones?.
Una versión personal del relato de Jamaica Kincaid que se ajusta muy bien a la estructura narrativa solicitada: un relato hecho con la sucesión de arengas duras y sin concesión. Buen trabajo
ResponderEliminarCoges todo al vuelo. Me encanta tu narración y el tono que le has dado. Felicidades.
ResponderEliminarCreo que el niño de tu narración, es algo tímido. No seas tan dura con él. Dolores.
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