La frente curtida por el sol, las manos rudas con callos;
aparentemente parece que nada te puede derrumbar, pero los años pasan y todo
sigue igual aunque con una arruga más en el alma, cada vez. Tu mirada va del saliente al poniente, día a
día; del cielo a la tierra, mientras tratas de que uno sea mejor que el
anterior, sacándole provecho al trabajo porque de él depende el sustento de su
familia. Siempre pendiente de si hay
sol, si hay lluvia, viento porque todo ello puede hacer que un año sea bueno o
sea malo. Nada te puede proteger, salvo
la suerte de que cada estación venga con su justa medida. No has terminado aún; todavía te queda la
otra parte, que es tan dura como la primera: la lucha contra el intermediario;
el que menos trabaja y él más que se lleva.
Al final, puestos a sacar cuentas, entre unas cosas y otras, apenas te
quedarán dos duros y… vuelta a empezar.
A dejarte la piel y el alma en el día a día, porque tienes que escapar
como puedas, aunque nadie valore tu trabajo.
Si todos nosotros fuéramos
conscientes del esfuerzo que haces para que los demás disfrutemos de los
manjares que llegan al supermercado, seguro que trabajarías con más alegría, tú
y todos los que trabajan la tierra.
Desde aquí, mi reconocimiento para todos ustedes.
Justo homenaje al que nos unimos todas, estoy segura. ¡Un bravo por todos los campesinos!
ResponderEliminarHacia falta reconocer el duro trabajo de quienes cultivan la tierra y tú lo has conseguido, con matrícula de honor.
ResponderEliminarExisten colectivos que no se les valoran lo suficiente. Dolores.
ResponderEliminarDice mucho de ti, el que le escribas este sincero homenaje al campesino al que tan poco valoramos siendo como es tan importante para nuestra supervivencia. Muchas gracias en nombre de todos y en el mio propio.
ResponderEliminar