Esta historia se
desarrolla en los años 30. Era una mujer viuda con tres hijos, dos chicas y un
chico, muy estricta en su educación; les enseñó en la honradez, el respeto, tal
como la educaron a ella.
Tenía que ser padre y madre a la vez y era una lucha, porque
las chicas eran desobedientes y un poco rebeldes; estaban adelantadas a su
tiempo.
El chico, un
adolescente, era más dócil y tranquilo, por eso las hermanas le gastaban bromas
algo pesadas. Ellas se reían, él salía llorando y la madre, enfadada, le
gritaba:
- ¡Los hombres no
lloran! ¡No le hagas caso a tus hermanas!.
Las chicas pedían
permiso, si querían salir.
-¡Si van a salir,
tienen que dejar la cama hecha y la loza fregada! –les decía su madre-
-¿Y Juanito? ¡él no
hace su cama! ¿por qué nosotras se la tenemos que hacer? – rechistaba María que
era la más contestona
-¡Porque son cosas de
mujeres! –le decía su madre
Un día…
- ¡Mamá, tengo que
decirte que me está pretendiendo un chico! –le dijo María
-¿Y quién es? ¿es
trabajador y honrado?
- ¡Sí mamá, es muy
bueno y me quiere! ¡Pues ten cuidado y date a respetar, que ningún vecino hable
mal de ti, no quiero que tu nombre esté en boca de nadie y recuerda ¡con la
cuchara que coges con esa comes! ¿Y tu hermana, no tiene novio?; es tan
reservada… ¡espero que no se quede para vestir santos!.
Relato en el que, como si de una escena costumbrista se tratara, vemos reflejado la vida en una casa sencilla, de gente sencilla, educando a sus hijos bajo los parámetros dictados por la época que les tocó vivir.
ResponderEliminarNatividad, me encantan tus relatos,sobre todo, los que podían ser verdad aunque también admiro tu gran imaginación. Un abrazo.
ResponderEliminarLos hombres no lloran, siempre lo he oído decir; como si no tuvieran sentimientos. Respecto al resto del relato, me veo reflejada como en un espejo.
ResponderEliminarVestir santos no tiene nada de malo. Yo me he quedado soltera y estoy muy feliz. Pes lleno mi vida de otras cosas
ResponderEliminarque también son importantes. Mª Dolores.