martes, 4 de diciembre de 2012

LA CONVERSACIÓN de Candelaria Díaz




Han pasado algunos años y, a pesar de ello, aún se reciente de lo vivido.  Feliciana lleva viuda una década pero no importa el tiempo transcurrido, ella no olvida los gritos, los insultos, el maltrato psicológico y, para más inri, el que él le quitara la herencia de sus padres.
-Como siempre, no he dormido casi nada, pensando en ese desgraciado –le confiesa a su hermana Patro.
-¡Pero, mujer! que está muerto, déjalo descansar ya.
-¡Si no puedo! A ese hijo de la Gran Bretaña lo odiaré mientras viva.
-¡Por Dios!, acuérdate lo que pasó cuando fuiste al cuarto donde apareció muerto, aquello que sentiste… - le recomienda Patro.
-No me lo recuerdes, que sentí un frío que me erizo la piel y salí corriendo de allí.
-Sí y yo te dije que rezáramos para que descansara en paz.
-¡De eso nada, lo odio!
Patro ya no aguanta más.  Y no piensa volver.
-¡Me voy!
Y se largó, dejándola con toda la angustia que se desprendía de sus  recuerdos y con aquella rabia, el resto de sus días.



2 comentarios:

  1. No me extraña que Patro se marchara. Me parece a mi que el odio y el rencor son sentimientos negativos que sólo hacen daño a quien los siente. Buen trabajo, Caya.

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  2. De buena se libró Feliciana con la muerte de su cónyuge. Ahora debe pensar que puede vivir en paz y no remover el pasado. Tu imaginación no tiene límites; me encanta como escribes y más aún como lees, esa entonación tan peculiar que das a los relatos los hace muy creíbles.

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