Han pasado años y a pesar de ello, aún se siente
frustrado por lo que pasó con su vecino y que tanto le ha marcado en su
vida. Desea liberarse de ese rencor
pero, no lo ha conseguido. Hoy es la
ocasión, y no piensa desaprovecharla. En
el encuentro se mostró inmutable.
-¡Hola Víctor! ¡Cuánto tiempo sin verte!. Con las ganas que tenía de hablar contigo y
dejar las cosas claras, porque estoy en un sin vivir por tu culpa.
Víctor responde con gesto indolente.
-Hombre, Fran, si no me has visto es porque no has
querido. Que yo sepa, no he cambiado de
domicilio, no soy como otros… que esconden la cabeza bajo el ala, como los
avestruces, para evitar problemas. ¡Yo
siempre doy la cara!
Al escuchar esto, Fran no se puede contener y, en
tono amenazante exclama vociferando.
-¡Hay que ver lo mentecato que eres! ¿Abrase visto
mayor desfachatez? ¡Si has sido tú quien me ha destruido! Encima de que me atropellaste con tu
vehículo, te diste a la fuga y buscaste testigos falsos para mantener tu
coartada, ¿te atreves a decirme que tú das la cara?, ¿sabes lo que eres?, ¡un
mal nacido!. Has amargado mi vida y la
de mi familia. Lo único que pido es, que
te pase lo mismo que a mí y repercuta en tu descendencia. De ese fatídico día no duermo tranquilo. Vivo a expensas de mis suegros y para más
inri, no me pagan nada por la minusvalía que arrastro desde entonces. ¿Te
parece poco el daño que me has hecho?
Víctor escucha en silencio mientras su rostro denota
su turbación y balbucea.
-Lo siento pero… no puedo reparar el daño que te ha
causado mi imprudencia. Me consta que
vendiste tu casa para costear los gastos médicos y que te fuiste a vivir con
los padres de tu esposa. Hasta ahora, de
verdad, no había advertido, lo mal que podías sentirte por mi
irresponsabilidad. Te ruego me perdones.
Fran, lleno de rabia, grita.
-¡Qué te perdone Dios!, porque lo que es yo, ¡jamás
de los jamases!, que los remordimientos no te dejen vivir, es todo lo que te
deseo.
Y se largó, dejándole toda la angustia de que él se
desprendió, haciéndole vivir en la incertidumbre el resto de sus días.
Intensidad lleva consigo esta conversación, justificada por un trasfondo de malos procederes y rencores enquistados. Quedan patentes, ambas cosas gracias a tu manera de relatarnos la historia.
ResponderEliminarEscribí esto, recordando una historia conocida muy similar.
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