Siento pena por los padres jóvenes de hoy en día; a
pesar de tener más medios a su alcance, ¡qué poco disfrutan de la vida!. El trabajo, el querer estar en todos los
sitios, sin perderse nada, ocasiona que muchas pequeñas cosas maravillosas, les
pasen desapercibidas. Son muy responsables
pero, le dan más importancia a los estudios y deportes que a otros valores que
tienen los hijos que no podemos ignorar.
Como hoy, tanto el padre como la madre, conduce, se
pasan media vida con los niños en la carretera, llevándolos a las actividades
extraescolares, y a comprar a los supermercados. Poco tiempo les queda libre para mantener un
rato de conversación banal pero relajante o para jugar con ellos al parchís o
al monopoly, que son juegos que unen mucho a la familia.
Los niños, que no alcanzan a comprender los motivos
de los mayores para estar siempre tan ocupados, muchas veces se sienten solos y
eso los desconcierta y hace que su comportamiento no sea siempre el más
adecuado; eso sólo es una manera de llamar la atención.
No hay que tomarse
la vida tan en serio. Algunas cosas las
dejamos para hacerlas más adelante, sin pensar que más tarde pueden estar
desfasadas, habiendo dejado escapar el momento oportuno que ya será
irrecuperable
Verdades como puños las que dices en este escrito, Amalia. Yo misma, ya con los hijos fuera de casa, no puedo dejar de verme reflejada en el espejo de esas madres con prisa, perdiéndose detalles maravillosos del viaje por la vida de sus hijos. Ojalá que esta sociedad, tal como está concebida en la actualidad, nos permita tomar conciencia de ello, para empezar a hacer los cambios que correspondan
ResponderEliminarTu narración me ha parecido preciosa, llena de actualidad; ya me interesó cuando la leíste en el taller. La ilustración que ha puesto Isabel, es muy apropiada. Felicidades a ambas
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