Bajo
tu manto de hojas,
¡cuántos
momentos vividos!
Era
el lugar favorito,
en
invierno y en verano,
siempre
tenía tu cobijo.
Nunca
tú me faltabas,
tus
brazos me prestabas
para
columpiarme en ellos
cuando
la tristeza me embargaba.
Tus
ramas me llamaban
para
hacer que me abrazara
a
ellas.
Cuando
por ellas subía,
mi
madre me reprendía
pues
decía que yo de allí me caería.
Tus
hojas tocaban música
cuando
el viento las mecía
y
de tus ramas más altas
frutos
tú nos ofrecías.
Si
tú pudieras hablar,
¡cuántas
cosas contarías!.
Tu
tronco tan confortable
de
respaldo nos servía.
Allí
mi abuela me contaba historias
de
nuestra familia.
A
veces reía,
otras
lloraba, aunque ella decía
que
no eran lágrimas
que
era el agua
que
del cielo caía.
Reuniones
familiares bajo tu sombra se hacían.
Allí
poníamos la mesa
y
cantábamos folías.
Al
llegar el otoño
con
fecha de San Martín,
las
castañas y el mosto
a
tus pies corrían.
Por
si faltara algo,
un
rosal blanco
que
a tu lado crecía,
se
enredaba en tus ramas
y
en primavera florecía.
El
olor de las rosas
se
mezclaba en tus frutos.
Nunca
podré olvidar
todo
lo que allí he vivido.
Tienes
mas de 250 años
y
todavía sigues con vida.
Ahora,
mirlos, jilgueros y canarios
te
hacen compañía.
A
día de hoy,
cuando
me alejo de ti me alejo,
sé
que a los dos nos embarga
la
tristeza, mi querido nisperero.
El árbol del ayer, como el árbol de la vida; tu vida. Muy hermoso.
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ResponderEliminarAntidia, tu poema es precioso. Los nisperos me encantan.