Desde mi nacimiento hasta la actualidad, he pasado por
distintas y desiguales fases. Recuerdo
con cariño a unas más que a otras, pero a todas las considero exclusivas,
personales e intransferibles.
Obviando la cronología, estreno mis recuerdos con un
ciclo maravilloso: el nacimiento de mi hija –la única que tengo–. Ese momento
ha dejado una huella inquebrantable en mi vida.
Con su alumbramiento, cumplí la meta que me había planteado desde mi
adolescencia.
A pesar del tiempo transcurrido –más de cuarenta años–,
cada vez que evoco el instante, siento la inmensa felicidad de aquel momento
personal. Como madre, supuso una
insistente satisfacción de amor y ternura, la que aún permanece y perdurará
hasta el final de mi existencia. Este
hecho, seguramente haya sido el más significativo de mi vida, cuyo susurro
persiste con obstinación diáfana en las ondas del espacio infinito de mi ser.
Mary, seguro que a tu hija le emocionará mucho ver reflejado sobre el papel, lo que ya sabe: el profundo amor de su madre. Bello y enternecedor
ResponderEliminarEfectivamente, mi hija se emocionó al leer mi relato.
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