Me llamo María.
Tengo cuarenta años, dos gatos y un dolor profundo en mi corazón y mi
mente. Un dolor tan escondido que todos
creen que no tengo nada, que ya estoy bien.
A veces, siento que este aflicción aprieta mi corazón y se instala en mi
pecho. Entonces, los gatos me aúllan desde
el balcón y yo les miro triste, callada, sin atender a sus llamadas. Les veo mojarse, empapados con la lluvia que
cae.
Enfrente está un cotilla que todo lo sabe, lo de él
y lo de los demás; ¡lo que puede soltar por la boca! No sé por qué hay personas a los que les
interesa tanto la vida de los demás, sólo para criticarles, sin saber el dolor
que cada uno carga.
Tiene razón María, aunque, no hay nadie más cotilla que el lector que quiere conocerlo todo, lo que pasó, pasa y sucederá.
ResponderEliminarEnlazas la historia de una forma original e interesante. Muy bien Paula.
ResponderEliminar