Esto ocurrió hace unos cincuenta años. Fue cuando llegaron unos nuevos habitantes al
pueblo en que yo vivía con mis padres.
Enseguida entablaron amistado con nosotros. Éramos sus vecinos, su casa estaba junto a la
nuestra y por la huerta nos podíamos comunicar sin tener que salir a la calle.
Una tarde de verano, llegó a casa la joven pareja y,
de pronto, la mujer se puso a relatar su historia. La señora, entre sollozos, nos describió su
vida, anterior al matrimonio. Había sido
muy dura. Su padre falleció cuando ella
contaba once años y su madre se encontró sin recursos para sacar adelante a la
familia; sus tres hijas. A ella y la
hermana mediana consiguió instalarlas internas en un colegio de monjas. La hermana pequeña tenía apenas dos años y la
tuvo que dejar en la Casa-Cuna, para ella poder trabajar en un hogar como
asistenta, desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la tarde, por un
mísero salario.
Su madre era ejemplar. Las recogía del colegio todos los sábados por
la tarde y permanecían juntas hasta el domingo antes de la cena, cuando tenía que
devolverlas al internado. Con la pequeña
hacía lo mismo, en la Casa-Cuna.
Para colmo de males, pasados tres años, su madre
enfermó y la ingresaron en el Hospital Civil de Santa Cruz y, a los pocos días,
les avisaron para que fueran a despedirse de ella. Había fallecido.
En aquel momento, nuestra vecina tenía catorce años,
su hermana mediana nueve y la pequeña cinco.
Ella dejó el internado y se puso a trabajar en una casa, recomendada por
las monjas. Su hermano quedó en el
colegio pero, se sentía muy sola.
Cosas del destino, el hijo de los señores de la casa
donde trabajaba se enamoró de ella. Se
casaron con el beneplácito de los padres del novio, teniendo ella quince años y
él treinta. Se hicieron cargo de sus dos
hermanas.
Este matrimonio, cuando yo los conocí, tenía dos
hijos adolescentes. Eran dueños de una
casa de muebles que instalaron en el pueblo.
La hermana mediana estaba felizmente casada y vivía en La Laguna; la
pequeña que estaba con ellos, tenía novio formal y se casaría en cuanto él
terminara el servicio militar.
Esta historia es real y, de vez en cuando, la
recuerdo. La familia se trasladó a Los
Cristianos años más tarde, allí ubicaron su tienda. Hace muchos años que no sé nada de ellos.
La historia de una vida que merecía ser contada por su intensidad y dramatismo, pero también por el final feliz después de tantos avatares. Nos has sabido introducir en ella muy bien, Mary.
ResponderEliminarMi memoria actual se va debilitando cada día más y de forma progresiva. Sin embargo, recuerdo claramente las cosas sucedidas hace muchos años. Esta historia tan emotiva, pasa por mi mente de vez en cuando y me alegra el final tan positivo que tuvo.
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