En
el cielo, como en todas las casas, las nubes se sienten desbordadas preparando
estas fiestas navideñas. Desde el
amanecer empieza la jornada laboral.
Panchita,
la nube que por su color negro y su densidad, es la que vierte al planeta
Tierra, toda su agua –incluyendo las tormentas – odia con todas sus fuerzas la Navidad; para ella no
deberían existir.
Luego
está Currita, la nube blanca que es todo lo contrario. Esta nube habita en el firmamento para
alegrarlo. Las fiestas las celebra con
una inmensa satisfacción.
-¡Buenos
días, Panchita! –saluda Currita –. Te veo muy atareada.
-¡Hola,
Currita! –contesta la nube negra –. Estoy preparada para aguarle la Navidad a
los humanos. Les enviaré una borrasca
impresionante.
-Pero,
¿qué me cuentas, Panchita? –pregunta asombrada Currita. – No seas perversa. ¿Dónde se encuentra tu
espíritu navideño?. Recuerda que lo
están pasando mal con la fastidiosa crisis; no los castigues más.
La
nube blanca, después de una breve pausa, continúo su réplica
-Reserva
tu agua para otros meses menos importantes
-¡Me
estás hartando! –protesta enérgicamente Panchita –siempre acabas estropeando
mis malas intenciones.
-Venga,
querida compañera –insiste la nube blanca –pórtate bien, felicita a los
terrícolas y déjalos disfrutar.
-Bueno,
¡tú ganas! –contesta sumisa Panchita –Ahí va mi dedicatoria para toda la
humanidad: “Deseo que pasen Felices y Amorosas Navidades”. Consentiré que tengan un tiempo soleado.
-¡Bravo,
bravo! –grita aplaudiendo Currita –al mismo tiempo que susurra –si en el fondo
posees un gran corazón. Ahora me voy a
recoger el vestido que me ha confeccionado para la gran cena, la famosa modista
Estrella Polar.
Currita
se aleja contenta y feliz.
Don
Nubarrón, el jefe de las nubes, escuchó la conversación de sus subordinadas,
Currita y Panchita, y dirigiéndose a ésta última, le advierte.
-A
pesar de los pesares, aunque reneguemos de estas fiestas, en nuestro interior
siempre existirá un ápice del Espíritu de la Navidad.