Sentada en el
cómodo sillón, Laura procede a leer, con sus gafas progresivas, la tarjeta
recibida.
Se trata de
una invitación de la promoción del 68, que va a reunirse con la intención de rememorar
recuerdos y anécdotas vividas durante el estudio de la carrera universitaria.
Laura reconoce
que el tiempo ha pasado, implacable, para ella. Se observa en el espejo,
contemplando las canas en los lacios cabellos,
a la vez que se refleja en su rostro la sequedad de la piel, marcada por
las arrugas. Ante su desconcierto, siente la necesidad de acudir al salón de
belleza. Mira a través de la ventana, contemplando el cielo plomizo, que
anuncia lluvia. Enfundada en su
gabardina azul eléctrico, colgando de un hombro el bolso en bandolera, sale al
exterior. Recorre a toda prisa, con sus gastadas botas, la avenida neoyorquina,
que en las primeras horas mañaneras, se encuentra atestada de viandantes,
dirigiéndose a sus trabajos o menesteres. Su intención es llegar a la
peluquería lo más rápido posible, pues luego tiene que buscar una boutique para
comprar un vestido, ya que en su fondo de armario, no encuentra el modelo
adecuado para la ocasión.
Laura cuenta
en su haber con dos objetivos con los que luchar. Uno es, la implacabilidad del
tiempo, y el otro, las memeces de las ex-compañeras de universidad.
Reencontrarse con el ayer, siendo ya otra, causa temor…pero Laura se olvida de una cosa, el tiempo pasa implacable para todos, casi por igual, arruga más, arruga menos. Me ha gustado mucho el lenguaje descriptivo que has usado en este relato, muy visual.
ResponderEliminarGracias Isabel, tus palabras me animan.
ResponderEliminarDolores.
Sabes que lo haces estupendamente y que nos tienes cada miércoles pendientes de tus escritos. Eres simplemente magnífica..
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