Nada más
verla, Lucía creyó que no podría subirla. Con mucha paciencia y calma, ella se
ha puesto a analizar la subida de la cuesta hasta sacar en conclusión que no es una, son muchas y malas de subir las
cuestas de la vida.
Dicen que la
cuesta de enero, ¿y la de febrero, la de marzo…, que pasa con ellas? También esas hay que
subirlas, y según la situación también Lucía, las espera pesadas.
Las que a ella
le ha tocado subir, que han sido varias,
las ha abordado con mucho sacrificio, mucha pena y mucho dolor en su
corazón ¿pero qué otra cosa podía hacer? Sólo con llorar no se resuelve nada y
Lucía ha tenido que pedirle a nuestro Dios que me le diera la mano para
ayudarla a subir; ella cree por eso que, sin su ayuda, ya no estaría aquí. Y después de tanto dolor
aquí está Lucía, dispuesta a subir hasta El Teide, si es necesario.
Queridas
compañeras, no tengan miedo a nada, que este mundo en que vivimos tenemos que
ser valientes y enfrentarnos a subir hasta lo más alto, aunque sea con dolor.
Viva la cuesta y todos los que la subimos.
¡Qué gran consejo, Lucía! Y qué gran ejemplo a seguir…
ResponderEliminarGracias por tus recomendaciones para sortear la cuesta y llegar a la cima con la ayuda de Dios.
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