Nada más verla,
Mima creyó que nunca podría subirla.
Todos los
retos que se había puesto, siempre los había logrado; en mayor o menor grado
siempre había alcanzado la meta propuesta.
De hecho, en
la vida, cuanto más empinada era la cuesta, más se esforzaba por subirla, nunca
había tenido miedo a la escalada porque siempre creyó que, con buen paso y despacito,
se puede subir hasta la montaña más alta.
Otra cosa eran
las bajadas. No podía con ellas; se le resistían y el solo hecho de pensar en
ellas, le agobiaban, ni conduciendo le gustaban.
Pero ese día,
cuando se vio frente a ella, supo que no podría, y por más que le pesase tuvo
que aceptar la derrota. Sierra Nevada y el telesilla pudo con ella.
Y ahora yo me
pregunto ¿no sería por la bajada? Ya se sabe, que toda cuesta que se suba, hay
que bajarla.
¡Qué bueno! Me has hecho pensar en lo que dices y sí creo que, algunas bajadas son tremendas; estar en lo alto y sufrir una caída repentina –literal y figurada –es una experiencia nada agradable, pero también a ellas se sobrevive…, digo yo.
ResponderEliminar¡Arriba compañera! lograrás bajar si te lo propones.
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